Quienes pensamos en clave de izquierdas siempre desearemos, aunque sea por motivos utópicos, que nos gobiernen los más cercanos a nuestra ideología. Y lo mismo podrían decir, pero al revés, los que tienen mentalidad conservadora. Pero los gobiernos no los forman las ideologías, sino que son consecuencia directa del resultado de las urnas, que en democracia son las que siempre tienen la última palabra. La última vez que hablaron, el pasado 20 de diciembre, nos dijeron que los ciudadanos estamos divididos, y ni la derecha ni la izquierda dispone de respaldo electoral suficiente para conformar un gobierno estable. Ante tal circunstancia solo cabe llegar a pactos que conlleven compromisos a cambio de avanzar en la regeneración democrática, y recuperar, aunque sea parcialmente, los legítimos derechos de la ciudadanía, como camino para empezar a avanzar en un cambio real, que pueda consolidarse en el futuro.
Lo que muchos, la mayoría de los ciudadanos, tenemos claro, es que bajo ningún concepto podemos permitir que siga gobernando el Partido Popular, una formación podrida por la corrupción y cuyas políticas resultan altamente antisociales. Y no es bueno, ni conveniente, ni sensato, que se celebren una nuevas elecciones generales en junio, en especial cuando las encuestas auguran resultados similares a los obtenidos el pasado mes de diciembre. El país no puede estar paralizado durante un año, por muchos presupuestos que se tengan aprobados, ya que un gobierno en funciones ni tan siquiera tiene posibilidades de llevarlos a la práctica, lo que se traduce en una paralización de inversiones, y en un estancamiento de nuestra economía, que en la práctica puede convertirse en un retroceso de una deseada recuperación.
Con tanto bipartidismo y tanta alternancia, nuestros políticos no están acostumbrados a una situación como la presente, por lo que se impone la altura de miras, lo que permitirá saber quienes son capaces de dar la talla en estos momentos por el bien de la mayoría de los ciudadanos, y quienes anteponen los intereses personales y de partido, y permiten que la situación se descomponga aún más. A muchos no nos gusta que los socialistas pacten con Ciudadanos, pero si limitan sus acuerdos a los ya conocidos, podemos compartir muchos de los puntos en los que existe coincidencia. Sería más apetecible un gobierno de izquierdas, pero si los números no salen lo convertimos en un deseo irrealizable. Y es entonces cuando debemos de buscar la única solución posible en estos momentos, que no es otra que llegar a pactos puntuales a derecha e izquierda del PSOE, que permitan avanzar en la tan necesaria regeneración democrática, recuperar derechos y libertades perdidas, y comenzar el camino de un cambio real, a sabiendas de que a todos nos gustaría algo muy distinto, pero que en estos momentos se hace imposible.
Intuyo que Podemos considera que éste es el camino más adecuado, ya que en otro caso no sería entendible que mantenga las negociaciones con los socialistas, a pesar de tener conocimiento de que el acuerdo con Ciudadanos ya está cerrado. Es de confiar por ello que pronto se acabarán los postureos, los posicionamientos irreductibles y las frases hechas; y llegará el momento en el que los políticos deberán de demostrar sí son capaces de superar la situación de impasse en la que estamos inmersos, y priorizar el interés general. Por cierto, un gobierno de Pedro Sánchez con pactos puntuales a derecha e izquierda, algunos de ellos asumidos por todos, e incluso un gobierno de coalición, permitiría avanzar por el buen camino y sería un golpe mortal para el Partido Popular, que estallaría en mil pedazos y tardaría décadas en recuperarse.
Es de confiar en que la película acabe bien, aunque a todos nos gustaría un final distinto. Y no se olviden los políticos que les observamos con lupa, y pagarán en el futuro sus errores.